jueves, 20 de mayo de 2010
El árbol
El carpintero que había contratado para ayudarme a reparar una vieja granja, acababa de finalizar un duro primer día de trabajo. Su cortadora eléctrica se dañó y lo hizo perder una hora de trabajo y ahora, su antiguo camión se negaba a arrancar. Mientras lo llevaba a su casa, se sentó en silencio. Una vez que llegamos, me invitó a conocer a su familia.
Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo frente a un pequeño árbol y tocó las puntas de las ramas con ambas manos.
Cuando abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara esta plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa.
Después me acompañó hasta el auto. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.
Y me respondió: "Oh, ése es mi árbol de los problemas", contestó, "Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana, los recojo otra vez".
"Lo divertido es", dijo sonriendo, "que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior."
Mientras nos dirigíamos a la puerta, se detuvo frente a un pequeño árbol y tocó las puntas de las ramas con ambas manos.
Cuando abrió la puerta, ocurrió una sorprendente transformación. Su bronceada cara esta plena de sonrisas. Abrazó a sus dos pequeños hijos y le dio un beso a su esposa.
Después me acompañó hasta el auto. Cuando pasamos cerca del árbol, sentí curiosidad y le pregunté acerca de lo que lo había visto hacer un rato antes.
Y me respondió: "Oh, ése es mi árbol de los problemas", contestó, "Sé que yo no puedo evitar tener problemas en el trabajo, pero una cosa es segura: los problemas no pertenecen a la casa, ni a mi esposa, ni a mis hijos. Así que simplemente los cuelgo en el árbol cada noche cuando llego a casa. Luego en la mañana, los recojo otra vez".
"Lo divertido es", dijo sonriendo, "que cuando salgo en la mañana a recogerlos, no hay tantos como los que recuerdo haber colgado la noche anterior."
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